jueves, 28 de febrero de 2008

¿Y ahora qué?

Escribir con el corazón lleva añadido el incoveniente de que, al expresarte, puedas contar muchas más cosas de las que realmente quisieras; bien por desenfreno, bien por pasión desmedida o bien, como es mi caso, por dolor incontrolado. Por otra parte, lleva también la ventaja de poder quedarte tan agusto o más de lo que realmente te gustaría. Porque en el corazón y el sentimiento se aglutinan todas las sensaciones, euforias y frustraciones que derivan de los sueños, el deseo y la sangre amontonada en un puño apretado.

Resulta que durante varios años he ido cargando sobre mi espalda la burla insensata de varios lunes de desidia. Resulta que llevo varios años viendo como mi padre comienza las temporadas con el color encendido en su rostro y las termina con la mirada apagada y el gesto fruncido. Resulta que durante varios años llevo escupiendo al aire mis designios y la gravedad termina por devolver la saliva hacia mi propia mirada. Resulta que llevo varios años escuchando mentiras y aún quieren hacernos creer que en la ignorancia existe una verdad que va más allá que la del resultado. Resulta que el sábado nos visita el Barça y la sombra del último cero a seis es tan alargada que comienzo a sentir más ganas de esconderme bajo una sábana que de ver a mi equipo haciendo el ridículo una vez más.

Durante mi corta vida de aficionado he atravesado varias etapas en las que me he sabido consolar a mí mismo repartiendo las culpas según fuese viendo el significado de la evolución derrotista de mi equipo. Como los caminos por el desierto han sido mucho más frecuentes que los recorridos por el jardín de la opulencia, a menudo me he sentado con el gesto serio, los brazos cruzados y la lágrima candente. De alguna u otra manera, siempre he terminado harto de ridículos.

Durante mi primera etapa, infectado por el verbo populista de Gil, llegué a creer en aquello de las conspiraciones y los errores infundados. Como no era más que un jovencito impregnado en sueños y colores rojo y blanco, me creía a pies juntillas aquella teoría de que el entrenador era el culpable de todo. Así, uno tras otro fueron pasando por el banquillo del Calderón entrenadores de varias nacionalidades, estilos y discursos. Ninguno valía.

Más adelante, ya con la coherencia como asignatura primordial dentro de mis obligaciones, comencé a darme cuenta de que, como en las películas, los principales actores de cada partido son los propios protagonistas. Qué culpa podrían tener Luis, Manzano o Ferrando con tipos como Emerson, Mussampa, Richard Núñez o Nikolaidis; simplemente, sus probabilidades de éxito se reducían a cero.

A día de hoy, con una afición anestesiada por el fracaso y autoconvencida de sus leyendas más dañinas, las críticos, en su masa global, se reparten en dos frentes bien diferenciados. Los hay quienes vuelven a sentir que el entrenador no consigue sobrellevar en su espalda el peso de un club con más de cien años de historia. "Aguirre vete ya", ese es su discurso. Otros, más forofos con el tema de la camiseta y con el sentimiento más a flor de piel y el convencimiento del discurso demagogo revoloteando sobre su pensamiento, no dudan en escupir improperios contra quienes, para ellos, ensucian el escudo que tanto aman. "Jugadores mercenarios", ese es su lema.

Pero aparte de ellos existimos otros. Un pequeño grupo de aficionados fieles, soñadores y pasionales que, conscientes de nuestra propia desgracia, hemos sabido mirar hacia arriba para encontrar al verdadero culpable de los fracasos. Durante meses, llevamos escuchando en las ondas nocturnas, como un periodista de prestigio lleva descalificando al presidente de un club con el despreciativo calificativo de "gordito del bigote"; resulta que, mientras en su pésima gestión, el presidente del Valencia, en dos años de mandato ha visto a su equipo clasificarse para la Champions y rozar la final de la Copa del Rey, los atléticos de corazón echamos cuentas y en los balances nos sale que en los últimos diez años nosotros apenas hemos rozado ese intento de proeza y, sin embargo, desde las ondas nocturnas no se descalifican los contínuos fracasos de aquel que es capaz de sonreir después de la derrota en un derbi o de aquel mismo que tiene la desfachatez de posar para una cámara con la camiseta del máximo rival extendida sobre el pecho. Al amigo nocturno de Cerezo, no le apetece ver fantasmas.

Durante años se ha bailado al son que marcaban Gil y Cerezo y nos ha ido de pena. Se han cambiado a más de cien jugadores y a una docena de entrenadores y el mecanismo sigue sin funcionar. Si las piezas no funcionan ¿Por qué no cambiar a los mecánicos? Yo, desde luego, cada vez lo tengo más claro ¿Y vosotros?

lunes, 25 de febrero de 2008

La maldición de Guttman

“Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”. Con esta frase lapidaria se despidió Bela Guttman del Benfica el día que fue cesado como entrenador, meses después de haber situado al equipo en el lugar más alto del escalafón europeo.

Un cruce de palabras con el presidente se había convertido en una herida que fue engangrenándose poco a poco hasta convertirse en un agujero sin tiempo ni oportunidades para cicatrizar. Guttman se sintió despechado y abandonó la sede del club con una frase que con el paso de los años llegó a convertirse en maldición.

El Benfica sin Guttman también supo jugar al fútbol y como muestra de ello se presentó, por tercer año consecutivo, en el partido final de la Copa de Europa. El escenario no podía ser más solemne y el rival, como en años anteriores, era un equipo aguerrido y no exento de calidad, más los portugueses se sentían en pleno proceso eufórico y, después de haber terminado con el sexto sueño del Real Madrid el año anterior, ya no sentían temor alguno hacia el rival que se encontrarían enfrente.

El rival era un equipo que en aquellos años intentaba reescribir su historia. El Milan era un grupo creado al estilo de Nereo Rocco, un entrenador de tácticas disciplinarias y amante del trabajo. Se trataba de un equipo que vivía de los recuerdos de un trío “Grenoli” que había convertido en la ciudad de Milán en la segunda capital de Suecia en pleno corazón de la Lombardía. Era un equipo que disputaba su segunda final de la Copa de Europa después de haber salido derrotado por un Real Madrid imparable en la famosa final del átomo, en Bruselas, en 1958.

Al Benfica lo seguía liderando Eusebio, aquel jugador que el lapidario Guttman había encontrado en las calles de Mozambique y había llegado a Lisboa para convertirse en leyenda. Tras tres emotivas exhibiciones frente a Norrkoping, Dukla de Praga y Feyenoord de Rótterdam, se presentaban en la octava final de la competición con el cartel de favoritos colgando del cuello.

En el Milan, por su parte, se conjugaba un juego de equipo que les convertía un equipo muy difícil de Batir. Desde la defensa, Cesare Maldini, empujaba a todos sus compañeros hacia el objetivo del gol; se trataba de un defensa sobrio y con una condición técnica tan impropia de un jugador de su puesto, que toda Italia vivía emocionada por la nueva concepción que le había aportado al juego.

Pero quien, en realidad, acaparaba todos los flashes de las cámaras fotográficas era un jugador de aspecto endeble y rostro infantil que respondía al nombre de Gianni Rivera. En tan sólo tres años en el equipo, Rivera se había convertido en el guía espiritual de un grupo que disputaba los partidos como si de un compromiso con la vida se tratase. Criado en Alessandría, Gianni le había aportado al centro del campo milanista la fantasía que tanto tiempo había buscado desde que Liedholm y Schiaffino habían decidido marcharse del fútbol.

Para llegar a la final, los italianos habían despachado al US de Luxemburgo, al Ipswich Town inglés, al Galatasary turco y al Dundee United de Escocia. En cada eliminatoria, el Milan había despertado una atracción sin precedentes y en cada partido había emergido la figura de Jose Altafini como auténtico maestro del remate; de los treinta y un goles que el equipo había anotado en el torneo, doce habían tenido la firma del fornido delantero brasileño que un día fue apodado como “Mazzola” en honor al gran Valentino, futbolista italiano de exquisita capacidad goleadora, que había sido víctima del accidente aéreo que había acabado con la vida de toda la plantilla del Torino en la localidad de Superga.

Como Mazzola, Altafini recorría el área con el instinto asesino que cada goleador lleva en las venas, y como el gran jugador que era, vivía pendiente del balón y del juego deseando que cada jugada de ataque terminase en sus pies para hacer gala de su imparable lanzamiento hacia la portería.

Eusebio también se sentía imparable. Durante setenta minutos apenas había reparado en las palabras de su anterior técnico. Guttman había debido hablar desde la nube oscura de un calentón, una pataleta que no tenía más sentido que la de ser entendida e inmediatamente olvidada, pues tanto el fútbol, como el Benfica, debían continuar su camino cogidos de la mano con Guttman o sin Guttman en el banquillo de los maestros.

Y tanto Altafini como Eusebio marcaron sus goles prometidos para poner un empate a uno en el marcador que ponía la incertidumbre en lo más alto del deseo de cada uno de los presentes en viejo estadio de Wembley. Hubo un día en el que en aquel escenario, Stanley Mathews le enseñó al mundo que la categoría y el regate no se pierden con el tiempo por más que los años intenten dejar su huella sobre las piernas del futbolista. Y hubo un día en el que en aquel escenario, la selección húngara empezó un partido siendo ninguneado por una imbatibilidad histórica y lo terminó siendo protagonista de una humillación y con sus jugadores bautizados como “Los Magiares Mágicos”.

Aquella victoria de Hungría sobre Inglaterra, primera de un equipo continental en suelo inglés, había sido titulada como “El partido del siglo” y aquel partido, aunque no se estaba convirtiendo en inolvidable en el plano técnico, transpiraba el aroma de los partidos disputados a vida o muerte. Maldini suspiraba cada vez que Eusebio rondaba la portería italiana y, en la otra portería, el extraordinario guardameta Costa Pereira sentía el peso de la dificultad cada vez que tenía que batirse en duelo frente a Altafini.

Rivera, como el fiel amante del espectáculo que era, buscaba en cada jugada la sonora ovación de la grada, por eso, cuando en el minuto setenta del partido recibió el balón en las inmediaciones del área, supo que para convertirse en jugador de primera plana debía tratar aquel regalo con el agradecimiento que se merecía y en apenas un segundo discutió consigo mismo las dos opciones que le presentaba la ocasión. Bien podía optar por quitarse el balón de encima con un chut milagroso o con un centro fácil, o bien podía optar por hacer historia y enseñarle al mundo que un centro de gol podría ser tan hermoso como un gol en sí mismo. Rivera avanzó unos metros, amagó una maniobra y ante la incredulidad de la defensa benfiquista escondió el balón hasta hacerlo llegar a los pies de Altafini y comprobar como su compañero no había renunciado a la capacidad anotadora que le había hecho famoso en el mundo entero.

Eusebio, que llevaba setenta minutos sin pensar en Guttman ni en sus agoreras palabras, comenzó a sentir miedo a la derrota por primera vez en los dos años que llevaba en la élite del fútbol. Guttman se había marchado con un portazo y una sentencia que estaba convirtiendo aquella final en un pronóstico anticipado.

Un pronóstico que se confirmó con el pitido final y que consagró al Milan como mejor equipo de Europa por primera vez en su historia. Maldini pensó en sus esfuerzos imperecederos por conseguir cada balón, Altafini pensó en los goles que le había consagrado en la élite, Rivera pensó en los aficionados que aplaudían al buen fútbol y Eusebio pensó en Bela Guttman como posible responsable de aquella catástrofe.

Bela Guttman. El húngaro que enseñó a ganar a los brasileños y consagró en la élite a los portugueses. El entrenador que fue maestro y descubridor de Eusebio. Y la persona que situó al Benfica en lo más alto del escalón de la mala suerte. “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”. Sin Guttman, el Benfica ha disputado seis finales europeas y las ha perdido todas.

jueves, 21 de febrero de 2008

Regreso a Europa

Tras un trimestre de aplomo, deseo incontenido y sueños gloriosos, regresaron las competiciones europeas para ponernos a todos delante del televisor y enseñarnos algunas realidades sobre las verdades y mentiras que se cuentan por ahí sobre estos y sobre aquellos, porque en todos permanece su particular cartel de favoritismo, pero solamente unos pocos serán los realmente señalados para la afrenta.

El Madrid volvió a encontrar en Roma ese fútbol de verdad que tanto enorgullece a sus seguidores. El problema es que, tan acostumbrados a ganar han criado sus efectos, el resultado terminó por ensombrecer una noche que bien podía haber quedado inscrita en los libros de historia blanca. Noches así tuvo tantas otras el Madrid que por una derrota no van a dejar de aplaudir, pero no sacarán su debida cuota de pecho. Ahora toca llenar el Bernabéu, poner toda la carne en el fuego del asador y demostrar a todos que esta Roma no es tan fiera como muchos la quisieron pintar y que, en la comparación mediática, el Real Madrid sale claramente mejor parado.

Cuando a algún lunático de la pluma le dio por bautizar al cuarteto mágico del Barça con el sobrenombre de fantásticos, lo hizo, a buen parecer, soñando con noches como la de ayer. En medio de un desastroso ejercicio defensivo, Messi y Henry salieron al rescate para aclarar, una vez más, que la victoria está en el pie de los elegidos y que, para el gol, el mejor recurso vive en el cuerpo del mejor jugador. Si aún hoy, hay quien duda de la capacidad de los futbolistas para ingeniar pequeñas obras de arte, que mire un par de veces el regate de Messi en el tercer gol del Barça. Cada genio tiene su particular cuota de imaginación. Soluciones sencillas para situaciones complejas.

El infierno de Estambul enseñó al Sevilla a apretar los dientes en serio. Durante un par de temporadas estuvo capeando infiernos de segundo nivel y en su periplo uefo demostró que en sus faenas quedaba un maravilloso empaque torero. Valor y arte. Ahora que llegan los días de verdad, el equipo regresa a casa con un gol de desventaja y la sensación de que, balones aéreos aparte, el Fenerbahce no tiene muchos más recursos que el Sevilla.

La jornada nos dejó, además, un doble duelo italiano inglés que nos demostró que los equipos en supuesta crisis no tienen nada que envidiar a los inmaculados y admirados líderes. A Inter y Arsenal les falta ese plus de competitividad europea que permanece intacto en el código genético de sus rivales. Con todo, podríamos resumir los duelos en que, resultados aparte, los dos equipos de Milan escaparon más vivos de lo que realmente merecieron.

Y hoy toca UEFA. Como los dieciseisavos de final aún se componen de un conglomerado variado de equipos, no detendré este conato de crónica para empezar a analizarlos uno a uno. Lo primero porque me falta espacio y lo segundo, y mucho más importante, porque carezco de los conocimientos suficientes como para emitir un juicio medianamente creíble. Diré pues que en el duelo de los equipos españoles permanece intacta la esperanza de seguir escribiendo una línea más en la historia reciente de esta competición. Cada uno, enfrentado a sus propios temores, tratará de renacer de nuevo y hacer prevalecer las verdades del favoritismo. Al Villarreal le queda la esperanza de una superioridad fuera de dudas, al Getafe le queda la tensión decepcionante de saber que cuenta con un público que nunca entregará su corazón de pleno al equipo y al Atleti le queda la incertidumbre de saber si la palada de esta noche saldrá cargada de cal o cargada de arena. Incógnita.

martes, 19 de febrero de 2008

Un César sin imperio

Italia es la principal cuna del arte. Tras las fronteras que lo delimitan surgieron los movimientos artísticos más reconocidos; allí nacio y renació el arte en cumplimiento con los cánones que todos reconocemos como implícitos en la estética. Los italianos aman lo clásico y lo cuidan mejor que nadie. En su andar garbado, su mirada profunda y su mentón prominente, cada ciudadano italiano presenta su particular tesis de armonía; ningún otro país hubiese podido dar partida de nacimiento a Miguel Ángel, Enzo Ferrari o Valentino, porque en sus obras reside el tacto armónico de quien sabe cuidar la pureza, el trazo y la estética por encima de todos los valores.


En fútbol, los italianos jugaron a ir mucho más allá de sus ideales. Con una conciencia más destinada a guardar la ropa que a nadar, hicieron un arte de la defensa y antepusieron los conceptos conservadores a la locura ofensiva de los campeones más loados. Por ello, cuando un futbolista se salía del concepto lo hacía en superioridad de condiciones y con el consentimiento de un público alborozado. En cada generación, el fútbol italiano fabricó un César entre diez obedientes gladiadores. Diez tipos para amansar las fieras y uno para dictar sentencia con el pulgar. Pan y circo.

En los cánones armónicos del mejor fútbol italiano nació un tipo destinado a ganar la inmortalidad por encima de los títulos. Para otros hubiese resultado sencillo apocarse ante el valor del dinero y volar al norte en busca de fortuna, pero Totti prefirió quedarse en casa, ganar el cariño de su afición y dejar a un lado la historia del fútbol para pasar a ser miembro de la única historia que le interesaba, la de su equipo. Su equipo, la Roma, lleva casi toda la vida atravesando un desierto de inopia y desidia; de vez en cuando cae un título, de vez en cuando, los equipos del norte caen de bruces con su vanidad y la gloria viaja a los brazos de la ciudad que un día fue dueña y señora del mundo.

Hoy, Totti, solamente aspira a ser dueño y señor del fútbol del olímpico, que para muchos no es poco. Para mí, que concibo el fútbol como un artilugio en pies de los señalados, donde las intenciones importan más que los títulos, Totti se ha convertido en un magnífico portador de ideas, en un cuerpo armónico que en ocasiones roza la perfección y en un líder sombrío que, casi sin quererlo, ha convertido a la Roma en escaparate del fútbol europeo. Antes de Totti, solamente Bruno Conti había conseguido llegar tan arriba llegando desde abajo y en la comparación es dónde guarda Francesco Totti el verdadero germen de su grandeza. A un equipo alrededor de un genio y a un genio que aún no alcanzó la plena consciencia de su verdadero valor, es a lo que se enfrentará el Real Madrid esta noche.

lunes, 18 de febrero de 2008

El hombre que enseñó a ganar

Estaba sentado en casa, viendo las noticias, escuchando a Alfredo di Stéfano agradecerle al mundo su recuerdo y percibiendo las risas de fondo que las palabras del maestro provocaban en los presentes, me removí inquieto y una vez más, me dio por pensar qué hubiese sido del fútbol si no hubiese aparecido Alfredo di Stéfano, qué hubiese sido del Madrid si no hubiese aparecido Alfredo di Stéfano.

En una época en la que los sistemas se encorsetaban por clases, números y puestos definidos, la llegada a España de Di Stéfano supuso un giro de ciento ochenta grados a la noria del clasicismo. Si hasta entonces los nueve habían jugado de nueve y los diez de diez, tras su llegada el nueve comenzó a jugar de nueve, y de diez, y de ocho, y de seis. Con ello, el diez y el ocho pudieron despreocupar sus labores y buscar el área con más ahínco, el seís pudo liberar su corsé y ocupar su zona sin agobios porque cada vez que sentía el aliento del rival encontraba la presencia salvadora de don Alfredo dispuesto a darle salida al balón, y los extremos sintieron el alivio del desmarque despreocupado porque sabían que junto a la cal llegaría un pase perfecto que les permitiese avanzar con ventaja.

En una época en la que el Real Madrid comenzaba a sentirse portador de los infortunios, Di Stéfano supuso un cambio radical en el mecanismo de sus ambiciones. El nuevo estadio, una obra faraónica impulsada por un presidente que soñaba en grande, la mitad norte de la ciudad y media docena de buenos jugadores, soñaban y buscaban una victoria que hacía años se resistía por motivos inconcretos. Di Stéfano no solamente enseñó al Real Madrid a jugar al fútbol, su legado llega más allá de un balón, un desmarque o una llegada al área; su herencia, su recuerdo y sus goles son el símbolo más claro de un club que desde entonces no ha parado de ganar. Desde el veintinueve al cincuenta y tres, el Madrid solamente había ganado dos ligas, desde el cincuenta y tres hasta hoy, el Madrid ha ganado veintiocho. Aparte quedan las Copas de Europa, los records de goles, las cifras, los números, las estadísticas. En todo ello reside el valor más importante del Real Madrid y que lo distingue de cualquier otro equipo del mundo: ganar por encima de todas las cosas. Di Stéfano enseñó al Real Madrid a ganar. Aquí reside la principal virtud del equipo. Sin Di Stéfano, el Madrid seguiría siendo un buen equipo. Gracias a él, se convirtió en el más grande.

Es por ello que, rivalidades aparte, no pude evitar esbozar una sonrisa ante la presencia de quien le dio una vuelta al fútbol para proponer modernidad y prestigio. Sin él, mi Atleti quizá seguiría siendo el primer equipo de Madrid. Sin él, mis ojos quizá no hubiesen tenido que sufrir decenas de celebraciones televisivas. Pero sin él, el fútbol no hubiese avanzado treinta años cuando más lo necesitaba y sin él, muchos equipos no hubiesen intentado cuajar sus leyendas con el único propósito de destronar al Real Madrid. Por ello aplaudo la iniciativa del Madrid de dar un homenaje en vida a quien más se lo merece y aplaudo a Di Stéfano porque, colores aparte, fue de los tipos que más intención puso para que este deporte que tanto amo se convirtiese en el amo y señor de las pasiones que recorren el mundo.

viernes, 15 de febrero de 2008

El fútbol de Sergio Cortina

Voy a comenzar el párrafo con honradez. Agradeciendo en primer lugar a Pablo por permitir ¡Incauto! que profane su estupendo blog con mis cosillas y avisando de que unas cuantas de las líneas que ahora vais a leer están copiadas casi integralmente de un texto que publique hace tiempo sobre el Real Oviedo. Y no podía ser de otro modo. Si tengo que hablar de fútbol desde el corazón la jugada me sale siempre azul. Dicho esto, allá va.

Cada vez que alguien me pregunta, como ahora Pablo, que significa para mi o como me enganché a esto del fútbol siempre digo lo mismo: por un póster de la plantilla 87-88 del Oviedo que adornaba la pared del ovetense Bar Chicote. Allí me llevaba mi padre y allí vi por primera vez a Carlos, al chapacu Hicks, a Viti y su bigote, a Juliá, a Gorriaran o a Nenad Gracan. Mira que eran feos pero aquello fue amor a primera vista.

Otra diapositiva que tengo en la memoria, esta si cabe aun más nítida que la anterior, es aquella en la que se ve a un niño con flequillo hasta los ojos y subido a los hombros de su padre mientras ondea una enorme bandera azul y blanca. Ese crío era yo mismo celebrando el ascenso con el resto de la ciudad, tenía 8 años y ya era tan acérrimo del Oviedo como lo soy ahora con 27.

Pero como todo buen chiflado de esto de la pelota que se precie, también tengo siempre a mano un buen puñado de clubes a los que seguir artificialmente para cuando la ya casi tradicional decadencia oviedista me nubla la visión de hincha. Fake supporting se podría llamar. O no tanto, aun recuerdo a dos de mis amigos y a mi, todos de la misma calaña futbolera claro está, aturdiendo a un bar entero a base de cánticos del St. Pauli. O mi profunda idolatría por Le Tissier y lo inglés, por Kanu y los chiflados que regatean, o por el fútbol de europa del este. Un poco chaquetero si que soy, a mi manera.

Pero hay más. Por gustarme el fútbol me hice amigo de unos argentinos durante el mundial de Corea animando a su selección. Tal era el ímpetu que le poníamos gritando por la albiceleste que se creyeron que éramos de Rosario o algo así. O , y entiéndase la ironía, lo paso mal con España en cada competición e incluso grababa embobado los partidos del mundial de Italia. Aquel penal de Rubén Sosa al cielo, con 10 añitos. No se si era furia roja o pasión por el nuevo VHS pero ahí estaba yo.

Y la última es hacer un blog sobre esto de la pelota, algo que para mi es, ni más ni menos, una extensión de las interminables charlas con mis colegas sobre fútbol. Un culé, dos madridistas, dos atléticos y yo hablando día tras día a lo largo de los años de las mismas historias, de los mismos jugadores y de las mismas anécdotas.Y riendonos todo lo que podemos de, y con, este deporte que es el hobbie más maravilloso del mundo ¡Un saludo a todos!



P.D. Sergio Cortina es otro de esos maravillosos y locos aficionados al balompié que abundan en España. Visitar su blog, la vida en domingo, significa abrir los ojos a un mundo de anécdotas, de historias de corazón y de sonrisas duraderas. Como todo buen aficionado, ama a un club, en su caso el Oviedo, y como todo buen contador de historias, es capaz de embelesar a un buen puñado de lectores, entre ellos yo.

martes, 12 de febrero de 2008

La Máquina

La memoria, en fútbol, es tan selectiva como la voz de nuestros abuelos o como el impacto televisivo tiene el don de concedernos. Desde la mitad del siglo pasado hacia acá, la magia de la imagen en movimiento, el esplendor de los grandes títulos y la majestuosidad de las grandes biografías han ensalzado a media docena de equipos como los únicos poseedores de la verdad y el talento. Desde que los mágicos magiares húngaros le diesen la vuelta al clasicismo hasta que Sacchi cerró el ciclo para darle un último apretón a la tuerca de su Milan, la historia se vistió de grandes gestas que corrieron por el mundo en un boca a boca legendario. El Real Madrid de Di Stéfano, el Brasil del setenta, el Ajax de Cruyff y el Liverpool de Paisley fueron verdaderos anagramas donde asentar las bases del balompié, pero antes de ellos existió un equipo que maravilló a un país, que se hizo dueño de las historias de un continente y que pasó a la historia con un sobrenombre que dignificó una manera aplastante de ganar partidos; vestían con una franja roja atravesando la zamarra blanca de su pulcritud, se habían mudado al opulento barrio de Núñez y les llamaron "La Máquina".

Todo comenzó un seis de junio de 1942. Mientras Europa se peleaba por un puñado de capitales y las grandes potencias intentaban reestablecer su orgullo, en el joven estadio Monumental de Buenos Aires, River goleaba a Chacarita y Ricardo Lorenzo "Borocotó", afamada pluma de la época, escribía: "Jugó como una máquina el puntero". A partir de entonces, los estadios del país se llenaron para recibir a una delantera que jugó un puñado de partidos y ganó un reguero de títulos y cuya denominación tuvo un orden que se aprendió tan a la carrera como ellos mismos eran capaces de fabricar el fútbol: Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau.

La Máquina era la forma más afortunada de definir una manera distinta de jugar al fútbol. No se trataba de golear, se trataba de bailar. No se trataba de ganar de cualquier manera, se trataba de hacer que el balón tomase protagonismo por encima incluso del gol. Como fabricaban el fútbol desde atrás, pase a pase, regate a regate y adorno a adorno, la llegada a gol se tomaba más como una causalidad que como una precipitación. Tardaban en llegar, tardaban en marcar, tardaban en ganar. Por ello, alguien, en el renacimiento de su pasión y con el corazón en la garganta prendido por el ánimo y la esperanza, tuvo la intuición de llamarles "Los caballeros de la angustia".

Pero lo suyo era ganar. Y ganaron. Aquel año, por ejemplo, conquistaron el título ante Boca y La Bombonera tuvo que morderse los nudillos mientras observaba como sus máximos rivales daban la vuelta honorífica de campeones. Fue el primero de los muchos desplantes que dejaron aquellos años de mutuo dominio; a una victoria épica de River, Boca respondía con otra muestra de orgullo. Si la rivalidad ya tenía semillas de eternidad, fue en aquellos años de mutualidad donde la enemistad acuñó hitos de enemistad irreconciliable.

Y es que La Máquina no ganó siempre y en el recuerdo de sus derrotas queda impregnada también la grandeza de sus logros. Fueron cinco años de alternancia y propuestas futbolísticas distintas. Quizá no fue un equipo arrollador, pero fue irrepetible. Quizá no fue un equipo invencible en concrección, pero fue incomparable en esencia.

Desde Avellaneda había llegado un pequeño y escuálido gambeteador que hacía de su estilo una forma diferente de jugar. Eludía a los rivales pegado a la cal y buscaba el centro con precisión. Gambetear dos veces podía ser un recurso, hacerlo tres o cuatro, se convertía en pura diversión. No era veloz, pero era hábil, tenía una culebra en la cintura y el balón cosido al pie. Se internaba por la derecha y regalaba goles en el área chica. Debutó en 1939 y jugó once años en River. Disputó ciento ochenta y cuatro partidos, anotó treinta y nueve goles y festejó cuatro campeonatos. Se llamaba Juan Carlos Muñoz y llevaba el número siete.

Desde el barrio de La Boca había llegado un jovencito despechado y entrado en carnes. En su sonrisa bohemia escondía las anécdotas de cientos de noches de parranda, en su prominente barriga delataba el placer de sus excesos y su manera de tocar el balón hizo de él un futbolista irrepetible. Vividor de noche y futbolista de día. Rechazado por Boca en su juventud y reclutado por River para convertirse en leyenda. Goleador, filtrador y peculiar. Nunca le gustó correr pero hizo del fútbol un arte, tocaba el balón como si fuese un ángel y cabeceaba con la seguridad de un huracán que arrasa con todo. Dicen que fue el mejor de los cinco, que jugó más por diversión que por ambición y que sus goles fueron obras de arte. Disputó trescientos veintiún partidos, anotó ciento setenta y nueve goles y festejó cinco campeonatos. Se llamaba José Manuel Moreno y llevaba el número ocho.

Desde las inferiores de Huracán había llegado un chico de mirada despierta y obsesivo amor por la victoria. Empezó como wing izquierdo y alguien convenció a su entrenador de que lo pusiera en el centro de la delantera. Y es que era un delantero con alma de organizador, un nueve de tiempos modernos, un carrerista infatigable y un estratega inigualable. Tenía alma de lanzador y lanzaba el balón al espacio vacío, era socio y cómplice para sus compañeros y un tormento para los rivales. Dicen que sin él no hubiese existido la máquina porque él era la pieza clave del engranaje. El que generaba, el que inventaba, el que permitía la definición. Le apodaron "el maestro" e impartió lecciones en la cancha. Se convirtió en santo y seña y fueron muchos los que trataron de imitarle. En su cabeza solamente había fútbol. Disputó doscientos ochenta y cinco partidos, anotó ciento treinta y un goles y festejó cinco campeonatos. Se llamaba Adolfo Pedernera y llevaba el número nueve.

Desde el cercano barrio de Alvear había llegado un muchacho de ojos pequeños y rostro desagradable. Era feo, tosco y torpe en apariencia, pero todo lo que tocaba lo convertía en oro. Remataba curvado, festejaba enloquecido y volvía al área para marcar. Sus compañeros no le dejaban defender porque en su descanso residía la resolución y en sus botas vivía el gol. No era veloz pero era listo, no era ortodoxo pero era imparable, veía el espacio, lo ocupaba, recibía y marcaba. Así fue su vida; gol a gol, festejo a festejo. Odiado por Boca porque despreció sus valores y amado por River porque dio su vida por sus colores. Disputó quinientos dieciseis partidos, anotó doscientos noventa y dos goloes y festejó nueve campeonatos. Se llamaba Ángel Labruna y llevaba el número diez.

Desde las inferiores de Racing llegó había llegado un chico huesudo, pequeño y de mirada caída. Había empezado como defensor pero tenía alma de centrojás. Era veloz y listo, hábil e insistente, futbolista y goleador. Jugó como wing por la izquierda y dejó momentos memorables. Le gustaba recibir atrás, buscaba el balón antes que el espacio y arrancaba desde su posición de parada. Tenía andares desgarbados y gestos confusos, lo apodaron "Chaplin" e hizo honor al mentor de su sobrenombre. Parecía que no iba a regatear y regateaba, parecía que no iba a llegar y llegaba, parecía que no sabía que hacer con el balón y regalaba un gol a la platea. Disputó trescientos sesenta y cinco partidos, anotó ciento un goles y festejó ocho campeonatos. Se llamaba Félix Loustau y llevaba el número once.

Solamente jugaron dieciocho partidos juntos. Lo que pudo ser una escasez se convirtió leyenda. Si hay más de mito que de verdad en las palabras solamente lo pueden decir los números y la memoria. Quienes les vieron se rindieron a la evidencia, quienes no les vieron desearon comprar la máquina del tiempo y regresar atrás. Crearon escuela y definieron el fútbol como un nuevo concepto. Fueron grandes, fueron maestros y fueron futbolistas de verdad. En su legado duerme el compromiso de un club que lleva décadas intentando imitar el estilo de los campeones más alabados y en su herencia dejaron la huella de futbolistas tan inolvidables como Di Stéfano, Pippo Rossi, Sívori o Walter Gómez. Quizá mejoraron a sus maestros, quizá ganaron en celebridad lo que aquellos habían ganado en satisfacción. Los que vinieron después anduvieron tras las huellas de La Máquina porque Lá Maquina fue la primera. Después vinieron muchos más.

martes, 5 de febrero de 2008

Hablando del Liverpool con Stubbins

El mágico mundo de los blogs sirve, además de para entregar tus líneas al espacio vacío y a la incertidumbre de unos posibles ojos lectores, para conocer a gente que ama el fútbol de verdad. Las aficiones suelen ser tan variopintas como las tradiciones que empujan a sus equipos; las hay orgullosas de ganar, las hay tristes de pura derrota y las hay esperanzadas por lo que puede llegar a ocurrir. Por encima de todas se encuentra la afición del Liverpool. Fue leyendo el blog de Juan como conocí a Stubbins y fue tras lanzarle una intromisora tanda de preguntas como conocí a una aficionado realmente especial. En él conoceréis una manera distinta de vivir el fútbol.

El Fútbol de Pablo: Hola fenómeno ¿Por qué eres del Liverpool?
Stubbins: Ciertamente todo empezó como una chiquillada. Desde muy pequeño solia escuchar los discos (vinilos) de mis padres y los que más me gustaban eran los de The Beatles. Un dia por casualidad descubrí que los Fab 4 eran de una ciudad inglesa llamada Liverpool y curiosamente el equipo de esa ciudad era el auténtico rey futbolístico de la época (inicios de los 80). Por aquel entonces yo no sabia ni lo que era el futbol, mi pasión por el balón nació como muchos otros chavales de mi generación con el Mundial de España. El caso es que me hacia gracia que el club de la ciudad del grupo musical que más me gustaba fuera el Campeón de Europa y así fue como poco a poco fue enganchándome hasta la "enfermedad" de hoy dia, tanto red como Beatle.

EFDP: ¿Eres el único liverpudlian de tu familia?
S: Así es, "the one and lonely"

EFDP: ¿Cuál es tu primer recuerdo como supporter?
S: El de la victoria en la final de la Copa de Europa de 1981 frente al Real Madrid en Paris. Yo contaba por aquel entonces con 7 años y no sabia lo que significaba, pero al ver la fotografia de Alan Kennedy con el trofeo y el titular de "Liverpool campeón" fue cuando me hice supporter, por lo anteriormente comentado. Con plena consciencia futbolística, lo primero que recuerdo es la tanda de penaltis en la final de Roma del '84 frente a la Roma ¿Como olvidar los bailes de Bruce Grobelaar en la tanda de penaltis?

EFDP: ¿Y el mejor?
S: Los mejores recuerdos que guardo como supporter, no son vinculados a victorias o a hazañas del club, sino más bien a las experiencias personales vividas en los desplazamientos realizados siguiendo al equipo. La primera vez que entras en Anfield y escuchas el "You'll Never Walk Alone" en vivo, es impresionante e imborrable. Aunque más divertido si cabe es seguir al equipo por Europa. La noche anterior y la previa al partido son una fiesta increible.

EFDP: ¿Y qué momento, como aficionado, borrarías de tu memoria?
S: Es indudable que el Liverpool arrastra tras de si los estigmas de dos tragedias que jamás debieron de suceder. Me refiero a Heysel y a Hillsborough. Esas dos losas pesan y mucho en la historia de el club y sobre todo de su afición.

EFDP: Cuando Xabi Alonso consiguió el empate a tres ante el Milan sentiste...
S: Te podrá sonar a cachondeo, pero al finalizar la primera parte estando en el pub donde habitualmente seguimos los partidos, estaba convencidísimo de que aquel partido se remontaba. Todos mis compañeros supporters me tomaron por loco (o que habia bebido un poco más de lo debido), pero yo tenia la absoluta certeza, sin ninguna razón tangible, pero tenia esa extraña sensación que al final se produjo.

EFDP: ¿Y cuando Dudek detuvo el último penalti a Schevchenko?
S: Locura. Aunque si bien estaba segurísimo de que se remontaba el partido, no era tan optimista en la suerte de los penaltis.

EFDP: ¿Es Gerrard el mejor jugador de la Premier?
S: No, en absoluto. Me gustaria que así fuera, pero yo me rindo ante el talento de Cesc Fàbregas. Pocas veces he visto a un jugador de su inteligencia en el terreno de juego, a parte claro está, de sus supremas condiciones técnicas. Menudo jugador se está gestando. Con tan solo veinte años tiene todavia un margen de mejora y un futuro inimaginable.

EFDP: ¿Y el más grande de la historia del Liverpool, quién es?
S: Al referirme al mejor de la historia en cualquier aspecto de la vida, yo siempre me inclino por aquel personaje del que yo haya podido comprobar su talento o valia con mis propios ojos. ¿Quien fue mejor, Pelé o Maradona? Yo siempre elijo al Diego. Pero en el caso del Liverpool, hago una excepción. El personaje del Liverpool más grande de su historia ha sido y será sin duda Bill Shankly. Digo esto porque tras conocer el modo en como levantó a un club totalmente deshauciado y convertirlo o dejar el camino libre para convertir todos los estamentos del club en lo que es hoy en dia, se trata de una personalidad fuera de lo natural.

EFDP: ¿Y el mejor al que hayas visto jugar?
S: Vi jugar (aunque poco) a mitos como Kenny Dalglish o Sounness pero por mi corta edad no era capaz de asimilar todos los aspectos del juego y por ello todas sus virtudes. Por lo tanto me inclino por Steven Gerrard, por muchos motivos. Scouser (nativo de Liverpool), jugador criado en la casa y fiel al club a pesar de las tentaciones de muchos, espíritu ganador como pocos y un talento futbolístico enorme.

EFDP: ¿Y un jugador que, para tí, sea o haya sido especial?
S: ¡Buuff! Hay muchos. Sobre todo de la época de finales de los ochenta. El incansable Ray Houghton, al que llamaban el hombre de los tres pulmones. La habilidad de Peter Beardsley, La magia de John Barnes, la lucha de Steve MacMahon o el olfato de John "Aldo" Aldridge. Aunque por encima de todos ellos me quedo con otro que tenia el olfato de gol bastante desarrollado. Ese jugador es Ian Rush. Yo no he visto en la vida a ningún jugador como Rush, que a buen seguro es incapaz de dar tres toques seguidos a un balón, pero que tenia un sentido de la colocación y de la anticipación al defensa que le hacian siempre estar en el momento justo para introducir de un solo toque el balón en la porteria. Y no hablo de estar a dos palmos de la linea de gol. Rush cogia un balón fuera del area y te la colocaba en la escuadra de un solo toque sin apenas controlar el balón. Solo hay que ver los videos, no existe ninguna jugada encarando a un defensor o driblando al portero. Un killer.

EFDP: Háblame de la cantera del Liverpool
S: Hablar hoy en dia de cantera en clubes poderosos puede sonar a chiste. Pero en el Liverpool ese aspecto se cuida bastante y no se tardará en ver los frutos de ese oscuro trabajo. Destacaría a jovenes como El Zhar, Putterill, Peltier, Hobbs, Linfield del cual dicen que es el nuevo Fowler, Guthrie o los españoles San Jose, Duran, Dani Pacheco o Miki Roque. Aunque yo tengo una debilidad especial por el joven brasileño Lucas Leiva al que tan solo le hacen falta disputar cinco o seis partidos seguidos para explotar. Destacar tambien al joven portero David Martin, un portero sobrio como pocos a pesar de su corta edad.

EFDP: ¿Qué te pareció la baja de Sissoko? ¿Por qué levantó tantas controversias mientras fue jugador del Liverpool?
S: Yo he sido un firme defensor del jugador de Mali. Lo que ocurre es que Rafa en ocasiones le encomendaba unas funciones que no eran las propias para sus características. Si a Momo le pones a crear juego, seguramente te va a perder infinidad de balones. En su función de "secante" y de recuperador, hay pocos jugadores que le superen. Como muestra, su actuación en el Camp Nou la pasada temporada, aquel partido Momo se comió todo el medio campo.

EFDP: ¿Y por qué se adora tanto a Carragher?
S: Carra ha tenido una progresión increíble a pesar carecer de unos fundamentos técnicos suficientes para ser un jugador de primer nivel. Su caracter ganador y batallador han hecho de él una pieza indiscutible no solo dentro del campo, sino que también fuera de él. "Carradona" encarna a cualquier aficionado que juega pesimamente al futbol (como es mi caso) pero a base de tesón y sacrificio ha conseguido convertirse en una leyenda.

EFDP: ¿Se convertirá Torres en el ídolo de Anfield?
S: Idolo o mito son palabras demasiado fuertes para un jugador que solamente a completado media temporada. Pero con total seguridad Fernando Torres triunfará en el futbol británico. Sus condiciones son las idóneas para el futbol del Liverpool. Siempre he defendido su fichaje y en poco más de seis meses ya ha demostrado que aquellos que confiaron en él no estaban equivocados y ha callado las bocas de todos aquellos que dudaron no tan solo del rendimiento y optimidad del fichaje, sino de la calidad de Torres. Algo que me parecia ridiculo.

EFDP: ¿Cuál fue el gran error de Gerard Houllier?
S: Houllier cometió a mi modo de entender dos grandes errores. Su excesivo conservadurismo (de lo que también peca en ocasiones Benítez) y sobre todo su impopular medida de descartar a Robbie Fowler.

EFDP: ¿Y su gran virtud?
S: Sin duda su especial ojo para los fichajes. Jugadores como Riise o Hyypia eran auténticos desconocidos hasta su llegada a Anfield y su rendimiento ha sido increible.

EFDP: ¿Qué opinas sobre Rafa Benítez?
S: Tuve la oportunidad de conocerle y charlar con él unos minutos en Porto y se trata de una persona increiblemente sencilla y amable. Es de esas personas que a pesar de su status de leyenda te mira directamente a los ojos cuando te habla y siempre esbozando una sonrisa. Es un tipo muy cachondo, aunque tenga una imagen de todo lo contrario. En el plano futbolístico, yo personalmente soy un gran defensor de sus sistemas de trabajo, aunque en muchas ocasiones me he mostrado crítico sobre todo con sus excesivas y a la vez inoportunas rotaciones. Por lo demás creo que saca un rendimiento a la plantilla de más del cien por cien a final de temporada. A los hechos me remito. ¿Fue el Liverpool el mejor equipo de Europa el año 2005? ¿Lo fué el año pasado? Creo honestamente que no, pero su trabajo y metodologia resultaron eficientes. Este año ha vuelto a ser cuestionado y en el blog ha habido intensos debates sobre la conveniencia de su trabajo. Indudablemente al final de ejercicio creo que los resultados serán satisfactorios. "In Rafa we trust".

EFDP: ¿Qué cambiarías del Liverpool actual?
S: Creo que seria importante dotar a la plantilla de más jugadores británicos. No es bueno perder la esencia del club y creo excesiva la presencia de jugadores foráneos. Aunque su aclimatación y integración en el equipo son excelentes, como es el caso de Xabi Alonso.

EFDP: ¿Y qué echas de menos?
S: Sobre todo echo de menos el ambiente clásico de Anfield con The Kop rugiendo los noventa minutos. No entiendo lo que sucede ultimamente pero en muchos partidos se oye más a la afición visitante que a The Kop.

EFDP: El Liverpool de los ochenta fue...
S: Una apisonadora. Así de sencillo.

EFDP: Y Heysel significó...
S: Esa palabra lamentablemente irá de por vida asociada al Liverpool. Deportivamente significó cortar de raiz con una generación de futbolistas que hubieran conseguido un auténtico hito en la historia del futbol mundial. Humanamente significó una tragedia que nunca debió de suceder y que por suerte dia a dia se va erradicando a pesar de los continuos hechos violentos que suceden semana tras semana. Por desgracia, Heysel no es la única tragedia que arrastra el Liverpool. Mayor dolor si cabe produce Hillsborough.

EFDP: ¿Owen o Torres?
S: Podrian perfectamente complementarse. Owen era más veloz, más pillo y más goleador. En cambio Torres es más técnico, con mayor visión de juego y con mayor sacrificio defensivo.

EFDP: ¿Keegan o Dalglish?
S: Esta si que es dificil. Posiblemente Dalglish, por tratarse de un jugador más completo. Keegan en cambio era un seguro de gol.

EFDP: ¿Souness o Gerrard?
S: Indiscutiblemente Gerrard. Al trabajo de Souness le añade unas cualidades técnicas infinitamente superiores a las del escocés.

EFDP: ¿Shankly, Paisley, Fagan o Benítez?
S: Shankly es el espejo en el que deben mirarse todos sus sucesores. Benítez es el presente y espero que el futuro.

EFDP: ¿Gerrard en el centro, en la banda o detrás del delantero?
S: Para mi gusto, Gerrard debe de ocupar el centro del campo y cuanto más avanzado mejor, para aprovechar su gran visión de juego y su durísimo y certero disparo.

EFDP: ¿El Liverpool necesita un nuevo estadio?
S: Si, evidentemente. Otra cosa es la demolición de Anfield. Por temas urbanísticos es necesaria si se quiere ampliar el estadio. Pero nunca he entendido por qué no se puede reconstruir un estadio de mayores dimensiones en otro terreno, que sea una copia a escala del anterior. ¿Cómo se pueden derruir sin más joyas arquitéctonicas como San Mamés o estadios de la mística de Anfield? Yo lo considero un sacrilegio. El diseño del nuevo Anfield me gusta porque por lo menos en su interior y las gradas conserva esa apariencia del Anfield original.

EFDP: Dime una alineación histórica del Liverpool
S: Recuerdo muy gratamente la de los finales de los 80 con las retransmisiones de Michael Robinson por TVE de madrugada. Grobelaar, Staunton, Hansen, Whelan, Burrows, Barnes, McMahon, Houghton, Beardsley, Aldridge y Rush. A esa plantilla Heysel le arrebató un par de Copas de Europa más.

EFDP: ¿Y que alineación pondrías actualmente?
S: Mi once ideal lo formarían Reina, Finnan, Carragher, Agger, Riise, Pennant, Gerrard, Xabi Alonso, Kewell, Kuyt y Torres.

EFDP: ¿Ha muerto el passing game?
S: En el futbol moderno si. Obviamente el Liverpool no es ajeno a ese detalle. Se pueden contar con los dedos de una mano los equipos que practican ese futbol creativo, que no siempre consigue los resultados esperados. El Arsenal es indudablemente el mejor en ese sentido.

EFDP: ¿Qué necesita el equipo?
S: Gol. con la llegada de Torres esa carencia de años se ha subsanado, pero convendria la contratación de otro delantero centro que aportara 20 o más goles en una temporada. El scousser es sabio y así lo dice al final del clásico cántico "Poor Scouser Tommy" La canción finaliza con un "All you need is Rush" con la melodia de "All you need is love" de The Beatles. Eso es exactamente lo que necesita el Liverpool. Otra carencia seria la de un medio centro organizador y ofensivo al estilo de Fàbregas.

EFDP: ¿Benítez ha hecho del Liverpool un gran equipo o el Liverpool ha hecho
de Benítez un gran entrenador?
S: El Liverpool ya era un gran equipo y Benítez ya era un gran entrenador. Creo que ambos han engrandecido y enriquecido su leyenda y su historial con la misma reciprocidad.

EFDP: La de Benítez y el Liverpool ¿Será una relación mucho más duradera?
S: Deseo que así sea. Benítez ha hecho milagros con una plantilla muy inferior a la de sus rivales estos años. Ahora con la aportación económica de los nuevos propietarios, tiene la oportunidad de conseguir refuerzos de renombre. Aunque Benítez en esa cuestión prefiere hombres y trabajo a nombres y mediatismo, cosa que apoyo firmemente.

EFDP: ¿Por qué el Liverpool es tan diferente?
S: Un red supporter no es la persona indicada para hacer esa afirmación y por lo tanto mucho menos para explicarla. No somos nosotros quienes nos calificamos diferentes, son el resto de las aficiones. Tan solo aportaré el dato de la madrugada después de perder la final de la Copa de Europa frente al Milan en Atenas, cuando en compañia de Jordito (BCN RED), Lover y Nick (miembros de la peña de Madrid) nos corrimos una juerga con el resto de supporters por las calles de Atenas cantando y bebiendo cerveza hasta ver salir el sol. Los tiffossi rossoneri se acercaban a nosotros para felicitarnos y decirnos: "Habeis perdido y estais aqui cantando y bailando. Sois la mejor afición del mundo" Si ellos con 7 Copas de Europa lo dicen, pues quizás si.

EFDP: ¿Has estado en Anfield?
S: Desde el año 2001 suelo acudir al menos una vez al año, a parte de desplazarme con el resto de integrantes de los Barcelona Reds allá donde juegue el equipo, siempre y cuando la cartera y el trabajo lo permitan. De Anfield no tan solo es destacable acudir a un partido de los Reds, sino que tambien, para cualquier aficionado al futbol es muy interesante realizar el tour visitando el museo, los vestuarios, banquillos y el resto del estadio. No os podeis imaginar lo que significa bajar las escalerillas que conducen de los vestuarios al terreno de juego y tocar el cartel de "This is Anfield".

EFDP: Cuando ganan Manchester United y Everton sientes...
S: Cuando ganan no siento nada en especial si el Liverpool también lo hace. Ahora bien, cuando pierden ambos, no negaré que la sonrisilla se me escapa bajo la nariz. Soy de los que piensa que la derrota de tu rival es una victoria para ti.

EFDP: ¿A qué futbolista del Manchester ficharías para el Liverpool?
S: Más que a un nombre yo ficharía a un jugador de las características de... Un jugador de las características de Ryan Giggs seria en este caso un jugador al que ficharía para el Liverpool con los ojos cerrados. El rendimiento que ha aportado y sigue aportando al equipo a sus treinta y tantos es enorme. Y evidentemente un delantero centro de las características de Rooney. Peleón, bregador, veloz y definidor.

EFDP: ¿Y a qué futbolista de cualquier otro equipo?
S: Sin dudarlo y con rotundidad, Cesc Fàbregas.

EFDP: ¿Regresará Owen?
S: Es posible. No le cerraria la puerta, aunque deberia de entender que su rol en el equipo cambiaría radicalmente al que fue antaño. En ese caso jugaría un papel parecido al de Fowler tras su vuelta.

EFDP: ¿Para cuándo la decimonovena liga?
S: Hace un par de meses la esperaba para este mes de mayo. A pesar de todo estamos ahí arriba y todos conocemos los grandes finales de campeonato de los equipos de Benítez. Claro está que uno de los principales artífices de ese rendimiento era Paco Ayesterán que lamentablemente ya no forma parte del staff técnico. En realidad, yo y muchos supporters, tan solo le pedíamos al equipo que optase al título hasta la última jornada de liga. Pero solo esta temporada, la siguiente debe ser la del asalto definitivo al título.

EFDP: Cuando escuchas los acordes del You'll Never Walk Alone, sientes...
S: Más que cuando lo escucho, diria cuando lo canto. Un red supporter no puede escuchar el YNWA, debe cantarlo. Lo bonito y lo heroico es cantarlo a viva voz tras una derrota. Y no cantarlo por que si, por que lo dice el guión. Si no cantarlo por que sale de dentro, porque a pesar de haber perdido seguimos siendo el Liverpool. Es entonces cuando cobra mayor trascendencia y cuando dejas al resto de aficiones con la boca abierta de asombro.

EFDP: Muchas gracias, crack.
S: Ha sido un placer amigo

EFDP: Un saludo.
S: Walk On!