Un
gesto, una palabra, un guiño mal entendido, un desplante, una
celebración silenciosa. Para los
carroñeros de la opinión, cualquier
carnaza es buena a la hora de salivar ante un buen plato de carne cruda.
Cualquier interpretación es inválida ante sus ojos porque sólo ellos
tienen la potestad de rearbitrar el juego. Solamente ellos son los
profetas de la desinformación.
Después de un partido gris y en
veras de salvaguardar tres puntos y dosificar a su mejor goleador
histórico de cara a compromisos futuros, Zidane decidió sustituir a
Ronaldo cuando el Madrid dominaba en el marcador ante el Levante. Bastó
un gesto equívoco ante la cámara, la solicitud de una importancia más
capital a lo que ocurría en el terreno, para que los medios de soltaran
su titular intrascendente. Prepárense para escuchar que Ronaldo es una
diva, para leer que está molesto con su entrenador, para mirar una, o
cien veces, una mirada de reojo que quizá signifique algo o seguramente
no signifique nada. Da igual, ante la venta de carne nadie repara qué
trozo puede o no estar podrido.
Siguiendo su estela de errores
habituales, el ciudadano Piqué denunció las faltas de respeto de la
afición del Espanyol, y lo hizo a su manera. Provocador, temperamental y
concienzudo, Piqué sacó a relucir su dedo índice y los macarras de lo
absurdo se precipitaron a señalar que sí, que también había sacado a
pasear el meñique. Total, unos cuernos que para unos son sangrantes y
para otros, el propio jugador incluido, absurdos. Nadie va a escuchar el
desmentido y, sobre todo, nadie se va a parar en denunciar que en un
estadio de fútbol se desee la muerte del hijo de un futbolista. Cosas
tan aberrantes no se consideran producto de alta importancia porque
interesa más vender papel rosa que hacer crónica negra. Desde ayer, a la
lista de enemigos de Piqué se le suman otros cuantos espanyolistas. Y
los negreros de la verdad siguen con el colmillo afilado porque saben
que, en sus tertulias de sobremesa, seguirán teniendo vídeos
interpretativos para mostrar y opiniones sesgadas para regalar. Es el
negocio que no para.
Tras un partido muy serio del Atleti,
regresando a su particular dosis de pasión, Griezmann afrontó un último
lance con la calma de quien elige no arriesgar y la inteligencia de
quien escoge la pelota por encima del pase incierto. Como parte de la
afición sigue de uñas con él por sus ambiguas declaraciones estivales y
como la otra parte le sugería un contragolpe que, a sus ojos, parecía
letal, fueron varios sectores los que le recriminaron el pase atrás sin
pararse a reflexionar sobre la importancia de los tres puntos que tenían
en el bolsillo. El francés, hastiado por ser un príncipe sin corona, se
revolvió contra su propio ego e hizo un desplante a un sector de la
afición. De nada serviría decir que es un lance del juego donde todos
están calientes, de nada serviría contarle a los desinteresados que los
calentones se curan con hielo y los desplantes con cariño, de nada
serviría informar si ya todos quieren opinar. Lo que nos espera, más
allá de las interpretaciones, serán las elucubraciones. Una vez más,
Griezmann tendrá un pie fuera del Atleti, su cabeza no está en el
Metropolitano y sus intenciones, claro está, porque ellos ya todo lo
saben, son las de marcharse por la puerta de atrás del equipo porque ya
no aguanta más esta situación. Desde luego, más de la mitad de las cosas
no serán verdad, pero entre informar verazmente y el difama que algo
queda, ellos prefieren la mentira porque, como la mayoría de los
animales, disfrutan más del barro que del prado.