viernes, 13 de abril de 2018

La pátina del descaro

Aplicar el descaro, en la mayoría de las ocasiones, implica un ejercicio de audacia y de un conato de
fe que debe estar dispuesto a mover montañas. Porque en el descaro se aplica, en iguales proporciones, una muestra de valor y otra de voluntad. Es mirar a los ojos del enemigo y hacerle saber que allí, donde el balón pisa la hierba y los dientes de apretan como amoladoras, piensas ser más rápido que él.

Los tipos hábiles, aunque livianos, suelen obtener ventaja de su fluided corporal. Suelen anticipar para adelantar el giro y, sobre todo, saben buscar la línea de cal porque allí, en el punto de encuentro de los clásicos extremos, es donde suelen jugar al gato y al ratón; allí donde saben que el terreno es más fértil y las cinturas son más frágiles.

Christian Pulisic juega a mil por hora y vive sonriendo tras cada pelota. Es hábil, porque maneja la cintura como un bailarín ruso, es rápido, porque su tren inferior está trabajado para la explosividad y, sobre todo, es descarado, porque busca matar desde el espacio, correr a la espalda y conducir en busca de un centro definitivo. Es jóven, audaz y valiente. Le falta aprender que, dosificando los esfuerzos, aprendiendo a desaparecer y controlando los espacios con la memoria, se puede convertir en uno de esos tipos por los que merece la pena pagar una entrada.

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