lunes, 9 de abril de 2018

La Saeta Rubia

El tipo sabía lo que se hacía. Era canchero, rápido, hábil y listo, sobre todo muy listo. Sabía jugar, sabía mandar y quería ganar. Siempre. Era la savia nueva de un equipo en reformas, era la piedra angular sobre la que erigir un nuevo monumento, pero una huelga se lo llevó lejos y allá, en el ballet azul danzó en tardes imborrables. Creó sociedades, marcó goles, filtró pases y se convirtió en el tipo que lo abarcaba todo. Cansado de ganar para nada decidió volar para ganarlo todo, para ganar los títulos, los aplausos, la historia. Vestido de blanco ofreció una sinfonía simpar. Y ofreció algo novedoso, la victoria. En la capital se habían olvidado de ganar. Una liga en veinte años, apenas alguna copa de España, apenas algún asalto certero a los campos del norte, allá donde el pan y la sal costaban el doble porque el barro salpicaba hasta las pestañas. Doce años después había ganado tanto que había invertido la historia. Muchos dicen que fue el mejor que vieron; quizá no vieron otra cosa igual porque nunca habían visto a un equipo moverse como un reloj al ritmo del segundero. Tic, tac. Tic, tac. Cuando no creían verle, siempre aparecía e incluso cuando le veían, les era imposible pararlo.

No hay comentarios: