martes, 8 de mayo de 2018

La hidra

Es difícil ganar como gana la Juve. Hay equipos que, en ciertas competiciones, tienen asumido un
carácter ganador que les permite vivir dos pasos por delante de sus contrincantes. Bien por acción, bien por omisión, terminan imponiendo su puño de hierro y su vara de medir. Las sirenas, tan sibilinas siempre con las promesas, terminan siempre cantando en el oído ajeno y son ellos, los poderosos, los que siguen allí, dedo en alto y pecho erguido. Una vez más, campeones.

Quien no conozca a la Juventus terminaría totalmente sorprendido tras el desenlace de su partido ante el Inter de Milan. Quienes ya sabemos como maneja este equipo los momentos clave y como se desenvuelve en la suerte, sabíamos que aquellos úlitmos goles solamente eran cuestión de estadística. Nadie ha ganado más partidos en los últimos minutos, nadie ha dominado el Calcio como ellos en diferentes etapas.

La séptima liga consecutiva no hace sino alabar el trabajo de un equipo que hace poco más de una década peleaba, mano con mano, contra el destino y las vicisitudes. Apeado de la gloria por un entramado corrupto, fue obligado a curtirse el cuero en la Serie B y supo que, para volver, debía hacerse más fuerte. Su política de fichajes le permitió hacerse con tipos como Pogba, Vidal o Morata a los que supo vender a precio de oro para seguir creciendo a precio de plata. Un incio agarrado a tipos talentosos y comprometidos como Quagliarella o Pepe y cuyo terreno abonó con los veteranos Pirlo y Tevez. Crecer para seguir creciendo.

La Juve de hoy, quizá menos talentosa, pero más rica y, sobre todo, más competitiva, es el reflejo de un trabajo bien hecho y una paciencia bien expresada. Uno mira el horizonte y solamente ve dudas en sus rivales. Ni el mejor Nápoles en décadas ha podido destruirle. Y el resto, con mucho talento pero poca regularidad, han tendio que ver como la hidra de las siete cabezas se los ha ido comiendo por el camino. Y esta hidra tiene ganas de seguir creciendo, y no parece existir nadie capaz de ponerle un cascabel.

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