miércoles, 16 de mayo de 2018

La línea de meta

Cuando uno ha saboreado el fracaso, cuando conoce el sabor de la hiel, cuando la sangre ha manchado la comisura de sus labios; cuando uno sabe que la derrota es el peor enemigo de la tranquilidad, sabe que la línea de meta, más que un objetivo, es un sueño plausible.

El Atleti se ha vuelto a reencontrar consigo mismo. En la que será su quinta final europea en una misma década, ha aprendido a mirar hacia adelante sin miedo a mirar atrás; porque atrás están las más dolorosas derrotas, las noches más tormentosas. Jugar una final es una esquirla en la memoria, perderla es una china en el pie; cada paso, cada mirada, cada recuerdo, están manchados de aquel gol en el último minuto o aquel penalti al palo de tu gladiador más fiel.

El miedo al fracaso bordea el instinto de cada uno de nosotros, pero no es menos cierto que las grandes empresas están dibujadas para los tipos más valientes. El favoritismo, ese maldito arma que, en su doble filo, amenaza el cuello del equipo en su empresa más preceptiva, puede ser la soga que estrangule las verdaderas opciones mentales del grupo. Ayer avisó Simeone: "Cuando llegas a una final, es importante tener humildad". Esa es la palabra. Humildad, respeto y valor y, a raíz de ahí, pensar, una vez más, en los miles de aficionados que han gastado su dinero en un viaje y una pasión y en los millones que, desde nuestras casas, volveremos a dejar sin voz a nuestras gargantas.

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