miércoles, 9 de mayo de 2012

La vida en rojo y blanco

Un recuerdo de la infancia suele pintar en color el mejor motivo para ser optimista. Aquellos goles de Hugo Sánchez, aquel centro de Landáburu, aquel gesto adusto de Luis Aragonés. La vida es larga y, en cada vaivén, hay un lugar para el descenso después del duro ascenso desde los infiernos. Momentos de amargura hubo muchos; hubo un día en el que nos impideron soñar y hubo más días en los que no quisimos soñar. Pero regenerarse forma parte de la condición humana y por ello estamos hoy aquí, de nuevo, mirando al cielo e implorando un gol, mirando al suelo e imaginando una celebración. El fracaso no entra en las cuentas. Las cábalas son siempre más sencillas porque, a la hora de soñar, preferimos la grandeza a la decepción.

Imagino como se sentirán los hinchas del Athletic después de tantos años en una travesía alimentada por las dudas. Les marearon con aquello del sistema, les echaron en cara aquello de la tradición y no encontraron argumentos para poner patas abajo sus ilusiones. Ellos son únicos en su especie, y en su singularidad sobrevive el espíritu libre de un club que no cayó en la trampa de la tentación y no se vio abocado a las lágrimas de la destrucción. Sufrió, sí, porque nadie regala nada y porque a nadie le sobran los recursos, pero cuando volvió a colocar los muebles en su sitio y se sentó a reflexionar sobre la idiosincrasia, fue consciente de que la única revolución consistía en no hacer ninguna revolución. El Athletic como libro de estilo y el fútbol como único argumento. Bielsa no ha conseguido engrandecer a un club, ha conseguido despertar a un gigante y hacer saber a una ciudad que así se jugaba allí hace muchos años y que así se podía volver a jugar.

La vida en rojiblanco a este lado del río no ha sido mucho más fácil. Nos han robado el alma y encima nos han hecho creer que deberíamos dar las gracias por ello. Es como aquello de nos mean y nos dicen que está lloviendo. En el Atleti llueven lágrimas de amargura por aquello de lo que se fue y ya no se es. Se fue un equipo grande, así, con mayúsculas y ahora se es un equipo sin identidad. Y el problema no lo arregla una final, ni siquiera una victoria. Porque el problema son deudas económicas y morales, el problema es bicéfalo, es la angustia, es el tener que creerse que somos lo que no somos, es el saber que hace tiempo dejamos de ser lo que fuimos. Para ser consciente de la realidad solamente hace falta abrir los ojos. Con esta final borran cientos de partidos en los que la inoperancia fue el sustantivo más lícito para describir el juego; el Atleti secuestrado ya sólo aspira a ser cuarto y la mayoría de veces no consigue ni alcanzar ese puesto. No son sensaciones, son datos. Pero aún en la miseria seguimos buscando un rincón para seguir soñando, para seguir viviendo, para seguir respirando. El rincón de esta noche tiene forma de final. No se me olvida el daño sufrido, pero no por ello voy a dejar mi camiseta guardada en el cajón. El escudo del Atleti late sobre mi corazón. Estas son nuestras noches. Este es nuestro lugar.

1 comentario:

futbollium dijo...

Cierto que el problema del Atlético está diagnosticado , aunque ahora mismo se vivirá una pequeña tregua, aunque no hay que olvidar los errores del pasado .

Un saludo