martes, 21 de marzo de 2017

Engañados como bobos

El periodismo es esa digna profesión que una pandilla de indeseables indignos se han empeñado en manchar a base de contar falacias e inventar enfrentamientos enconados. En lugar de informar, de la misma manera que somos muchos los que intentamos sintonizar un momento de interés, se empeñan en ridiculizarse a sí mismos al tiempo que intentan cobrar sus cuentas pendientes con cada enemigo particular.

Durante los últimos días, en la previa de uno de los partidos más importantes de la temporada para el Atlético de Madrid, los carroñeros del asalto se empeñaron en inventar una historia de lo más rocambolesca. Mientras parte del público del Calderón, durante el partido ante el Leverkusen, tomaba a mofa la suplencia de Cerci y animaba a Simeone a ponerlo sobre el césped, los inventores del agua se inventaron un enfrentamiento entre la grada y el entrenador a costa del ídolo caído. Ni la gente suplicó por Torres ni Torres puso un mal gesto. Pero inventar es vender y polemizar es escarbar en una herida que no existe pero que quieren abrir a base de pico y pala.

Todos saben, por otra parte, que la selección española juega dos partidos en una semana pero pocos saben contra quien lo hace. Con el mundial en juego y el clásico a la vista, adivinen que es lo que realmente interesa para los intérpretes de la realidad. Teniendo en cuenta de que sólo nos acordamos de la roja cuando llega un verano de año par, es mucho mejor vender polémica en un enfrentamiento que, más allá de dos palabras, no ha tenido mucha tela que cortar. Apareció Ramos ante un centenar de micrófonos, nombró a Piqué de forma asueta y con medio minuto de intervención se rellenaron dos horas de informativo. Qué más dará que le ganemos o no a Israel, qué importa enfrentarse a Francia si podemos echar leña a un fuego que hemos encendido nosotros mismos. Para qué dejar que la realidad nos estropee una bonita historia de desamor.

Más allá de los objetivos reales, el presente del Barcelona se refleja en sueños y en verdades. El triplete, aunque muy difícil, se presenta plausible pero ante el reto de magnitudes colosales hace falta mucho más que ilusión. El Barça es un equipo roto en dos mitades. Arriba, sus tres delanteros siguen ingeniando momentos de lucidez capaces de resolver las peores papeletas, pero en la parte de atrás, mientras Luis Enrique siga empeñado en ese sistema que le sirvió para la heroica, seguirá siendo una moneda en el aire intentando vislumbrar hacia qué cara volcará sus realidades. Pero más allá de analizar el sistema y los riesgos innecesarios interesa saber cuánto tiempo montará en bici Unzue durante el año que viene y cuantas veces sonríe Luis Enrique en las ruedas de prensa. Nos han construido un mundo en el que el fútbol es secundario y nosotros, consumidores de la verdad, no sólo nos conformamos con la mentira sino que nos hemos acomodado de tal manera que somos incapaces de derribar el muro. Si no somos capaces de rebelarnos como sociedad, no vamos a hacerlo como aficionados. Es hasta normal dejar de dar importancia a lo banal. Lo triste, en realidad, es dejarnos engañar como bobos por tipos de semejante calaña.

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