miércoles, 14 de marzo de 2018

La identidad



Las crisis de identidad conducen a un momento crítico, casi fatídico, en el que tienes que replantarte mil cosas, pero casi todas las dudas conducen a una misma bifurcación ¿Seguir así o retroceder? ¿Hacerle caso a la gente que me dice que ahora estoy más guapo o regresar al look desaliñado y seguir conquistando lugares por imposición? Cuando la gente dispone, generalmente ya se han dispuesto todas las cartas y es en la jugada perdedora, generalmente, cuando lanzan el reproche de condena. “La has cagado, chaval”. Ese puñal en la espalda con el que habrás de sobrevivir mientras buscas un nuevo punto de partida.

La muchedumbre invicta, toda aquella prole de opinadores que nunca pierden porque siempre hablan al calor del resultado, le han afeado a Simeone lo contrario de lo que le venían afeando durante los años anteriores. Cuando se ganaba mucho se ganaba mal y ahora que, según ellos, se estaba ganando bien, resulta que el camino de baldosas amarillas no conduce a Oz sino al precipicio. Audacia lo llaman ahora. Cuando lo realmente cierto es que el equipo se ha envejecido en la contención y se ha rejuvenecido tanto en la creación que debe asumir que quizá esté cerrando un ciclo y debe tener paciencia a la hora de iniciar un nuevo que, quizá por ser distinto, no tiene por qué ser peor.

Los que reclamaban el regreso de Koke al costado son los mismos que hace un mes aplaudían su capacidad para generar fútbol entre líneas. Decían que por fin el Atleti había encontrado un metrónomo y despreciaban, sonrisa lacónica, aquellos tiempos en los que Tiago era capitán general de la nave porque para ellos, un Atleti más débil defensivamente es un Atleti más incapaz de ganar. El problema está en pensar que el cambio de estilo puede hacerte más débil defensivamente. Dejar de creer significa dejar de sentir. Dejar de sentir significa dejarte matar en cada balón dividido.

En una de los lances del partido ante Las Palmas, y que sirvió de inicio para la regeneración, Correa corrió como un poseso en busca de la pelota en un contragolpe rival. Cuando Calleri se asomaba al área y masticaba el gol, el argentino metió la pierna y rebañó la pelota. Eso es el Atleti de Simeone. Once soldados capaces de morir en defensa por proteger su guarida. Sin eso, más allá de sistemas y disposiciones, el equipo está destinado a morir. Sin esa implicación pueden jugar de mil maneras y en todas de ellas saldrá perdiendo. El zorro puede perder los dientes, pero nunca debe perder la manera de morder.

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