jueves, 22 de marzo de 2018

Pichichis: Pruden

El chico había nacido en Salamanca y se sentía salmantino por derecho. Había llegado al mundo en un frío diciembre y se había criado entre primos y libros viajando del pueblo a la ciudad y regresando al pueblo cada verano. Se había hecho futbolista por afición, pues sus principios eran los estudios. Quiso ser médico antes que futbolista, pero fue futbolista antes que médico porque, ante todo, se le daba muy bien marcar goles. Tan bien que se convirtió en leyenda allá donde tuvo ocasión de enfundarse una zamarra.

Jugó cinco temporadas en el Real Madrid y anotó casi cien goles. En una época de pocos partidos y mucho barro, se hizo amo del área del viejo Chamartín como antes lo había hecho en el nuevo Metropolitano. Fue en 1943 cuando el Salamanca accede a cederlo al conjunto blanco con el fin de que se convierta en el puntal que necesita el equipo de cara a enfrentar la fase final de la Copa del Generalísimo. La condición es que dispute, hasta donde llegue, la promoción de ascenso a primera con el Salamanca. El Salamanca no asciende, pero el joven Pruden ya no quiere parar de subir. En aquellos primeros días como blanco ha de enfrentarse al Barcelona en la eliminatoria de semifinales de Copa. La vieja nueva historia. La vieja nueva rivalidad. El Madrid anota once goles en casa y Pruden es autor de tres de ellos. No tarda mucho en convertirse en el nuevo ídolo de la tribuna.

La temporada siguiente, ya asentado como jugador madridista, el equipo capitalino le devuelve el favor al Salamanca. Tras una liga dura y disputada, el Madrid cede a su futbolista al equipo helmántico para que dispute la promoción de ascenso a primera. Vuelve a no conseguirlo, pero Pruden vuelve a ser feliz durante unos días. Su Salamanca querida le sabe a infancia y a recreo, a balón de trapo y calles empedradas, a goles en un descampado y a sobresalientes en un aula desvencijada. Allí había vuelto hacía unos años para terminar sus estudios y, fue cuando dejó el fútbol cuando se convirtió en doctor especializado en medicina deportiva. El Madrid le otorgó un puesto y allí fue un galeno respetable hasta que las canas le devolvieron a un cómodo sillón rodeado de hijos y nietos.

El chico ya había sido máximo goleador de la primera división española en el año 1941. En el Atlético Aviación había jugado muy bien y la gente se había enamorado de su eficacia. Había anotado treinta y tres goles y el equipo había salido campeón de liga. Pero el Atlético no le había tratado bien. No le quiso renovar el contrato porque desconfiaba de una supuesta lesión de peroné mal curada. El chico se quejaba, era cierto, pero ninguna molestia le había impedido hacer goles. Regresó a su ciudad para seguir sacando sobresalientes y seguir anotando goles. Así era su vida de jovencito eficaz.

Dos años más tarde regresó a Madrid y como jugador blanco consiguió afianzarse en la capital de España. Allí ganó dos Copas del Generalísimo y, sobre todo, ganó el corazón de los madridistas igual que lo había hecho con los atléticos. Se marcharía cinco años más tarde, con alguna cana y muchos golpes en las piernas. Se retiró en el vetusto Plus Ultra, y antes vistió la zamarra del Zaragoza al que intentó ayudar del pozo en el que se había metido, perdido en las profundidades de la tercera división. Para entonces seguía siendo un tipo listo, pero había perdido velocidad y potencia. Pocos futbolistas sobrevivían a la jungla de barro y sangre sin aquellas condiciones.

Su sueño de ser ídolo del Atlético Aviación se truncó el día que se vio obligado a pagar cincuenta mil pesetas para comprar su libertad y regresar a casa. Su sueño de ser futbolista, casi se trunca cuando la cruenta Guerra Civil dividió a España y partió en dos nuestra historia. El sueño de ser sempiterno casi se rompe el día que la diosa fortuna emparejó a su nuevo equipo, el Real Madrid, con el equipo de su corazón, el Salamanca, en la primera ronda de la Copa del Generalísimo. Cómo no llorar amando, como no cumplir queriendo. El Madrid anotó cinco goles y Pruden fue autor de dos de ellos. Sin formalismos, sin aspavientos, sin el menor trámite. Aunque algo parecido le había ocurrido un par de años antes. Recién llegado a Salamanca, el sorteo le había emparejado al Atlético Aviación. Después de anotar el gol de la victoria en el viejo estadio del Calvario en Salamanca, el conjunto unionista viajó a Madrid con Pruden al frente y las expectativas en lo alto. La previa fue apoteósica; los atléticos, aficionados que vivían agradecidos por sus goles, le agasajaban por la calle. El club no se había portado bien, pero aquellos hombres seguían estando en su corazón. Aunque casi se lo rompe. Aunque el Atlético había terminado ganando bien el partido, el descanso había reflejado un cero a uno con gol de Pruden que casi hace saltar la banca.


Y es que en el Atlético había sido un goleador letal. Fue el primer futbolista en encadenar siete y ocho jornadas consecutivas anotando gol en liga. Fue el primer futbolista en superar los treinta goles. Fue el primer futbolista en coronarse como máximo goleador con la camiseta rojiblanca. Para hacernos una idea de su juego, basta esta descripción del omnipresente diario Marca: "…Y el salmantino correspondió a la táctica con la característica de siempre, con la inexplicable teoría de su juego, con su trotar desgalichado, con su posición heterodoxa, pero con esa tremenda soltura que adquiere, como por milagro, en los metros finales. Con su disparo seco y colocado, que parece que los porteros han de alcanzar con facilidad…, pero que casi nunca aciertan a sujetar..."

En total jugó ciento treinta y ocho partidos entre el Atlético y el Real y anotó ciento diecinueve goles. Son cifras de otra época, en las que las ligas eran cortas y las copas eran intensas. Épocas de marcajes férreos, balones pesados y tapetes huecos. Fue un goleador eficaz y un profesional intachable. Para el Atlético ganó una liga, para el Madrid ganó dos Copas anotando gol en sendas finales y para el Salamanca ganó el corazón de un tipo inmortal. Probablemente, el mejor jugador que haya vestido la camiseta blanca el viejo Calvario.

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