lunes, 19 de marzo de 2018

Torre de marfil



Las reivindicaciones de verdad, esas que quedan plasmadas con el tiempo en la retina del aficionado, se hacen en los escenarios difíciles, contra rivales de enjundia y en partidos de pronóstico reservado.
Una de las virtudes del buen entrenador es la de percibir aquellos detalles intangibles, que parecen insustanciales pero terminan resultando claves, y manejar sus cartas en base a cambiar un naipe pero no variar el rumbo de la jugada.

El centro del campo del Barça funciona, generalmente, como un reloj. Y lo hace porque Busquets e Iniesta se erigen en monarcas del juego y porque hay un tipo que ejerce de peón abnegado y rompe el dibujo prefijado para incorporarse al medio y paliar, así, las nefastas consecuencias que podría acarrear la inhibición de Coutinho como medio defensivo.

La actuación de Sergi Roberto, ante rivales difíciles y en estadios otrora inaccesibles, suelen ser un marco para la abnegación. Aparece siempre para ofrecer un auxilio, juega casi siempre de primeras y muestra un dinamismo que le hace convertirse en casi invisible para los centrocampistas rivales.

Por ello, cuando Messi sale a escena, son muchos los que obvian el paroxismo de los secundarios. Valverde, como Luis Enrique antes, ha captado ese detalle que parecía insustancial pero que termina resultando fundamental. Sergi Roberto se reivindica cada fin de semana. Fue el ingrediente secreto que utilizó el entrenador asturiano para apuntalar un centro del campo exigido de auxilio y es la torre de marfil sobre la que Valverde juega a los enroques en sus partidas más importantes.

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