lunes, 27 de marzo de 2017

Inteligencia sensorial

La modernidad nos ha dejado futbolistas altos, fuertes y veloces. Es la adaptación de la especie a los tiempos del fútbol fugaz, a mil por hora; la presión alta, el robo fiero y el balón directo a la carrera del delantero. Todas las épocas han tenido su juego derivado de las diferentes acepciones tácticas. En este fútbol de hoy donde el físico y la velocidad predominan sobre la pausa, la proliferación de atletas ha convertido el juego en un juego de ida y vuelta donde puede ganar el más fuerte pero en el que, como siempre, termina ganando el más talentoso.

Porque la adaptación de los tiempos ha dejado una nueva especie de líder fáctico; el tipo que debe pensar a la misma velocidad a la que se juega. Poniendo a Messi en el pedestal más alto del Olimpo, detrás de su estela han ido creciendo jugadores de pierna precisa, regate certero y toque magistral. En la fauna de Ozil, Reus, Neymar y Modric, ha crecido un futbolista que, como los grandes genios de la historia, es mitad centrocampista y mitad delantero y ha sabido adecuar su fútbol a las exigencias físicas que requiere la alta competición.

Griezmann no es sólo talento y velocidad; el chico es listo y ha aprendido a interpretar el juego con la astucia de las presas que sobreviven en la jungla del depredador. Dijo Valdano, en una e sus sentencias tertulianas, que es el jugador que mejor sabe qué hacer con la libertad. La frase esconde una descripción exacta de lo que se ha convertido Griezmann para el Atlético de Madrid; el jugador sobre el que gira el juego (conoce el lugar exacto entre la espalda del centrocampista y la línea defensiva), el que acelera la jugada (ha aprendido a la perfección los movimientos de desmarque de sus compañeros) y sobre el que se centra la definición (acude a la zona decisoria como el goleador más hambriento y es capaz de regalar goles como el asistente más certero).

Para cumplir con tales exigencias es necesario ser muy veloz en la planificación y muy preciso en la ejecución. Es la virtud de los grandes futbolistas; una virtud común que ha acompañado a los genios a lo largo de la historia pero que con los años se ha ido adecuando a las condiciones del juego. La inteligencia sensorial requiere talento y precisión. Muchos la han buscado, algunos la han encontrado y son realmente pocos los que han llenado la historia de titulares implacables.

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