viernes, 30 de octubre de 2015

Cuando Medina Cantalejo redimió los errores de Byron Moreno

Citar el nombre de Byron Moreno en Italia significa poco más que citar el nombre del mismísimo diablo. Aquel tipo rechoncho que les arbitró en el partido de octavos de final del mundial celebrado en 2002, fue el hombre que cercenó la ilusión de millones de italianos.

Para ponernos en antecedentes, hemos de visualizar aquel mundial más como un escándalo que como una competición deportiva. De no haber mediado Ronaldo, es posible que hoy estuviésemos hablando más de un complot que de un mundial de fútbol. Una de las anfitrionas, Corea, fue pasando rondas hasta alcanzar las semifinales, contando con favores arbitrales tan descarados que resultaría imposible no pensar en una mano negra tras cada decisión. Nosotros ya recordamos sobradamente al egipcio Al-Ghandour y sus drásticas decisiones en perjucio del combinado español. Pero antes de alcanzar los cuartos de final, Corea del Sur se jugó la vida a cara o cruz contra la temible Italia y, contra todo pronósitico, la moneda cayó del lado deseado. Aunque son muchos los que sospechan que aquella debía ser una moneda con dos caras.

Cuando se designó el árbitro para el partido, nadie reparó en el currículum del tal Byron Moreno. Se sabía que era un árbitro ecuatoriano con una corta trayectoria internacional y que, como el resto de colegiados designados para arbitrar en el campeonato, debía tener una inmaculada hoja de servicios. Pero en aquel momento, Moreno ya cargaba sobre sí las sospechas por algunos curiosos arbitrajes dentro de la liga de su país. Ocurrió entonces lo que ocurre generalmente con las cosas que se consideran como banales, se ignoraron. Al fin y al cabo, a quien iba a interesarle un puñado de resultados sospechosos dentro de la liga ecuatoriana.

Lo que ocurrió en aquel Corea - Italia se convirtió en noticia de la crónica de sucesos más que en noticia deportiva propiamente dicha. Byron Moreno anuló dos goles legales a Italia y expulsó injustamente a Francesco Totti al tiempo que permitía que los coreanos se aplicaran con especial vehemencia. En el tiempo reglamentario, el coreano Hwan Jung cruzó un cabezazo a la red y el mundo comtempló, con asombro, como la cenicienta se cargaba a una de las grandes favoritas.

El recorrido de Corea del Sur en el tornero fue a más a costa de una nueva víctima y los rumores sobre la teoría de la conspiración se convirtieron en un globo sonda que alcanzó a los más altos estamentos del fútbol. El problema fue a más cuando el propio Byron Moreno reconoció errores puntuales a lo largo de su carrera, pero en aquel momento, el ya exárbitro se había convertido en un esperpento y en un personaje creado desde sí mismo, declarando desde un frío calabozo después de haber sido detenido por tráfico de drogas.

La historia de la selección italiana, lejos de paralelizar con la de Bayron Moreno, continuó en la preparación para el siguiente mundial. Fue un borrón y cuenta nueva; a rey muerto, rey puesto. Olvidada Corea, quedaba Alemania. Y en Alemania se plantó Italia después de una cómoda fase de clasificación con Noruega y Escocia como principales rivales. En diez partidos cosechó siete victorias con diecisiete goles a favor y ocho en contra. Números discretos de un grandísimo favorito pero un trabajo bien hecho. Volvía la Italia favorita de toda la vida.

La primera fase no tuvo demasiada historia. Fiel a su estilo, el equipo ganó dos partidos y empató uno. Pasó primera de grupo con cinco goles a favor y uno en contra y fue poco a poco encontrando el equipo con Pirlo como eje timón y Gattuso como perro de presa. La fórmula que había funcionado en el Milan extrapolada a la selección nacional. Tocaba esperar rival y cayó Australia. Parecía un partido fácil, pero tuvo mucha historia.

En realidad la historia del partido fue corta porque tuvo poco fútbol, pero llegado el momento culminante, surgió la figura del español Medina Cantalejo. Para ponernos en antecedentes, debemos decir que el árbitro sevillano se había encontrado muy presionado por los jugadores italianos después de que hubiese decidido expulsar a Materazzi por una dura acción recién comenzada la segunda parte.

Corría el minuto noventa y dos y medio, se habían añadido tres por lo que el partido expiraba. Pirlo puso una pelota fantástica al costado izquierdo del ataque y Grosso entró como una moto ganando la espalda del interior australiano. La jugada se complicó para Australia cuando el lateral italiano no solo ganó la línea de fondo sino que pudo pisar el área. Al rescate acudió Neill, quien cometió el error de ir al suelo demasiado pronto. Aquella muestra de impaciencia del lateral australiano fue aprovechada por Grosso para ir al suelo nada más ver como la espalda del número dos de Australia resbalaba en dirección a sus piernas.

Hubiese sido una juagada complicada de pitar en el caso de que el árbitro estuviese mal colocado. El problema es que Medina Cantalejo seguía la jugada de cerca y no dudó un instante en señalar la pena máxima. Los australianos no protestaron demasiado, quizá en una demostración de carácter menos racial, de haber dsido la decisión tomada en el sentido contrario, seguramente el carácter latino se habría comido al colegiado. O quizá era que ya le había comido el carácter desde el momento que había decidio expulsar a Materazzi y en el fondo sentía que les seguía debiendo una. Y se la cobró.

Totti anotó el penalti con la seguridad del genio y Medina Cantalejo pitó el final de manera casi inmediata. Italia pasó de ronda y allí se encontró con Ucrania a quien ganó cómodamente por tres goles a cero en una noche mágica de Luca Toni. Después llegaron la inolvidable prórroga ante Alemania y la mano salvadora de Buffon en la tanda de penaltis contra Francia. Italia se proclamó campeón veinticuatro años después y fueron muchos los que se asombraron de la capacidad competitiva de tipos como Cannavaro, Gattuso o Camoranesi. Pero fueron pocos los que se preguntaron qué hubiese pasado si Medina Cantalejo no hubiese pitado aquel penalti en el tiempo de descuento del partido que les enfrentó a Australia. Un partido que hubiese ido a la prórroga contra un rival más entero y afrontando media hora más con un hombre menos.

Pero el fútbol siempre da otra oportunidad. El ciclo del deporte da más revanchas que el de la vida. Podía haber sido Totti el que hubiese redimido los errores de Byron Moreno con un golazo desde fuera del área, o Luca Toni con un cabezazo o el propio Pirlo con una falta majestuosa. Pero hubo de ser otro árbitro el que hiciese justicia poética. Desde entonces Australia también busca una redención, pero en cada deporte existe un gobierno y unos ciudadanos. Italia es de los que gobiernan y quienes mandan, generalmente, tienen más oportunidades de llevarse el premio.

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