miércoles, 9 de mayo de 2018

The Best

Saltaba al campo con la camiseta por fuera del pantalón, las medias casi caídas y un cierto aire de displicencia. El día que jugó en Northampton, se tomó el partido tan en serio como solía hacerlo porque sabía que, tras el pitido final, ganasen o perdiesen, le esperarían un par de pintas, media botella de whisky irlandés y una mujer de bandera dispuesta a compartir su cama.

El fútbol le resultaba sencillo porque le salía natural. Para él, consistía en alcanzar el área, encontrar el momento oportuno e intentar meter la pelota en la portería contraria. Aquella tarde el campo estaba embarrado, el balón daba saltos y nadie podía correr. Pero él flotaba. Anotó seis goles como quien sale pasear al parque; sin esfuerzo, sin alardes, sin mancharse el pantalón blanco más allá de lo prescindible. 

Así fue George Best durante cuatro o cinco años. Hasta que el alcohol dominó su cuerpo y las mujeres dominaron su mente. Lo que los hinchas del Manchester United no olvidan, es que fueron, probablemente, los cuatro o cinco años más maravillosos de su historia.

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