martes, 28 de marzo de 2017

Una batalla secundaria

La realidad y el deseo recorren líneas paralelas que raramente se confrontan. Son muchas las ocasiones en las que nos hemos querido ver sorprendidos por la pasión y lo que realmente nos interesa es el futuro menos inmediato. Los acontecimientos se valoran en la medida justa que ofrece su determinación y por más que nos quieran vender veneno en frasco de perfume lo que realmente queremos es rociar la piel y no tragar cicuta en cristal de bohemia.

España llega a Francia en plenitud física. Con muchos de sus mejores jugadores en un estado de forma sensacional y, sin embargo, son pocos los realmente ilusos que siguen pensando que hoy puede ser el partido de sus vidas. Con el grueso de la temporada a la vuelta de la esquina, se hace extraño querer pensar que lo de hoy será una batalla por más que la propaganda le quiera quitar el calificativo de amistoso al partido.

No imagino piernas fuertes, ni disputas a cara de perro, ni mucho menos una afrenta por resultados anteriores. Jugarán dos grandes equipos, dos de las potencias en ciernes del fútbol actual que, en otras condiciones, querrían dilucidar su verdadero potencial si no fuese porque durante los próximos treinta días se jugarán la vida por demostrar al mundo que el suyo, a nivel de club, es el mejor equipo del mundo. Quien paga manda y sabemos, de cierto, que a Roma no le gusta pagar traidores. No digo que no quieran jugar, no digo que no les apetezca hacerse goles entre ellos y, como dijo Griezmann, poder vacilarse tras el duelo. Lo que pienso, realmente, es que no será más que un amistoso porque a estas alturas los soldados, inmersos en su guerra, estarán más pendientes de otras batallas.

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